miércoles, 3 de abril de 2013

MI SACRIFICIO DE SEMANA SANTA


He realizado un sacrificio de Semana Santa. No lo de currar, eso me toca todos los putos años. No. Un sacrificio de verdad, un acto de sufrimiento y devoción a Dios apto para estas fechas.

Es más, creo haber purgado todos mis pecados de esta vida, de la anterior y de varias de las siguientes. Como para que un mamón venga a decirme que el catolicismo no reconoce la reencarnación.

¡PUES YA LA ESTÁIS IMPONIENDO PORQUE HE TRABAJADO TODA LA SEMANA SANTA CON LOS ZAPATOS QUE ME PROPORCIONÓ LA EMPRESA!

Dicho así suena a poco, pero para describirlos, debería citar una y otra vez el monólogo de ManoloVieira sobre su Primera Comunión. Seré breve: Todos conocemos esos zapatos que, si los miras de frente, parece que se estén descojonando de la risa. Esos inmutables y duros zapatos diseñados para sobrevivir a la explosión de una mina anti-tanque. El zapato, no tú.

Ni tu pie.

¿Tenéis idea de cómo apretaban los putos zapatos? Si a Jesucristo lo hubiesen bajado de la cruz, curado sus heridas y calzado con un par de estos zapatos, les habría suplicado a los romanos que tuviesen un gramo de puta piedad y volviesen a clavarle en la cruz.

Sólo decir que mis pies no sudaban con estos zapatos milagrosos.

¡NO TENÍAN ESPACIO NI PARA SUDAR!

¡Las hormiguitas que sentimos cuando se nos duermen los pies saltaban de un pie a otro y acabaron por montar una manifestación por la falta de espacio dentro de esos malditos zapatos.

Y lo peor de mi semana de pasión y sufrimiento, de mi particular Via Crucis, fue la prensa.

Imaginad que, con este dolor de pies, un dolor tal que no te quitas los zapatos por miedo a que los pies no quieran volver a entrar, abres un periódico y ves al Papa lavándole los pies a un tipo.

Lo primero que pensé fue: ¿Dará también masajes? ¡Me vendría genial un masaje papal en los pies!

De hecho le pregunté a mi compañero si iría con los pies limpios a que se los lavara el Papa. Me dijo que sí, por el qué dirán… la tele y todo eso. “Prefiero que el Santo Padre limpie sobre limpio a aguantar otra bronca de mi mujer”, me dijo.

Paso página, y me encuentro una comparativa de los zapatos de Benedicto XVI con los de Francisco I.

¿PERO QUERÉIS DEJAR DE HABLAR DE ZAPATOS Y PIES DE UNA PUTA VEZ?

Lo peor vino al final. Abro el edificio el lunes. Cuento mi triste historia a las señoras de la limpieza, y la única que podría hablar pese al ataque de risa me dijo condescendiente:

“ESO ES PORQUE HAS PEDIDO ALGO…”

¡Os queréis creer que se me olvidó pedir algo antes de hacer el maldito sacrificio! ¡Qué hago ahora! ¿Voy a una Iglesia y le digo a Dios que me debe una como hizo Picadillo en “My name is Earl”?

2 comentarios:

  1. Te bastaba con haber pedido zapatos nuevos.

    De todas formas no es nada especial... casi todas las mujeres se destrozan los pies por gusto con zapatos imposibles.

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  2. En realidad No fue por gusto.

    Todo empezó con la estúpida idea "¿Y si aprovecho la Semana Santa para ir 'domando' los nuevos zapatos de la empresa?"

    Porque los otros tenían cuatro años... funcionar, lo que se dice funcionar, funcionan.

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