martes, 1 de diciembre de 2015

LA RESILIENCIA




     No me subo a ola de este palabro que llena manuales de autoayuda. Simplemente me tomo la licencia de rebautizar así el período por el que uno transita tras la facultad de medicina ahora Facultades de MIRicina Son unos cuantos años, al menos cuatro. Es lo más parecido a hacer la mili… ¿tú dónde hiciste la residencia? Sin duda “licenciarse” en determinados sitios y de determinadas especialidades genera cuanto menos empatía.  

     Los quirúrgicos se vanaglorian de horas “invertidas” en el hospital. Tienen miles de guardias y lo suyo es quedarse al día siguiente, a ser posible comer de nuevo en el hospital. Al parecer es la clave para la pericia en la sección de tejidos. Los médicos en cambio ningunean la habilidad, psicomotricidad y  resistencia física necesarias para conseguir esto.  Su objetivo es acumular datos de enfermedades, ya sea en alguna zona del cerebro o en un papel. Demostrar que uno los recuerda, después de 36 horas seguidas en el hospital, es paradigmático del buen resiliente. Luego están psiquiatras y gentes varias de laboratorios y radiología cuyas vidas se desarrollan al margen… lo previsible teniendo en cuenta la elección.

     Común a todos es parapetarse tras un bata, llenar los bolsillos de papeles, bolígrafos de laboratorios y habitualmente el fonendo. Y nada, que uno ya es médico, el puto R1. El requisito previo es el examen MIR (ya sabéis, 250 preguntas tipo test, cinco opciones, cada tres errores se resta una). Al parecer muy equitativo como método de acceso, pero complemente carente de utilidad práctica. El manual del resiliente es la historia de cada uno, transitando por hospitales, conociendo enfermos, pasando de R1 a R2, R3 y finalmente a R4 (algunos hasta R5). Los coerres, como los antiguos quintos, lo son para toda la vida. Juntos lidian con multitud de situaciones y emociones, en condiciones imprevisibles en lo que se refiere a estrategia formativa. Va desde “que vea la planta el R1, que así se curte”, a “que no toque nada hasta…”. Como denominador común general se mantiene el valor a la dedicación constatable con argumento formativo. Es decir, echar horas en el hospital “viendo pacientes” proyectando en el resiliente la nostalgia de unos tiempos que no volverán y que no son los que vivimos. Luego uno termina, y alguna vez deja de ser resiliente.

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