Escepticismo, ambivalencia y rabia. Así definiría lo que
siento acerca de mi especialidad tras tres años recorriendo los entresijos de
la psique. El renombrado envejecimiento poblacional sólo se refleja en los
pasillos de las urgencias hospitalarias, las salas de espera de atención
primaria, las plantas hospitalarias y en los telediarios, pero no en el
perfil de profesionales que les atienden.
Eso sí, de vez en cuando los ancianos son protagonistas en campañas, como esta en Euskadi, en las que se reclama un buen trato. En resumen, siempre eufemismos (nunca
decir viejo) y, por supuesto, nunca tutearles. Colgamos esos carteles en las marquesinas
de calles de una comunidad en la que la geriatría no existe como
especialidad en el sistema público. ¿Buen trato?
Reducir la asistencia sanitaria al “cuidado del anciano” pondera
los aspectos económicos (pensiones) y sociales (muchas residencias sin importar
el residente y quién le maneja) y está anulando una asistencia médica adecuada.
La buena praxis médica se reduce a cerciorarse de que la ley de dependencia
está tramitada, en vez de formarse para no generarla. “Llevar toda la vida viendo viejos” faculta a cualquier profesional
sanitario ante sus usuarios, y lo que es peor, ante sus compañeros, para
atender a ancianos.
¿Para qué entonces la
Geriatría? Junto con la Medicina Interna son las dos especialidades más
fraudulentas que ofrece el sistema nacional de salud en la actualidad. El
geriatra se encuentra con más que dificultades para desarrollar su trabajo (y menos
mal que está la ortogeriatría) y el
internista se encuentra con la realidad poblacional (de la infección y el
síndrome constitucional que estudian, al fecaloma y el síndrome confusional que
intentan manejar). Y a ninguno de los dos se lo habían contado antes.
Sí, y benditos traumatólogos. Paradójicamente, todos los
niveles asistenciales con atención geriátrica especializada son eficientes, sin embargo únicamente se han
implementado los que no hemos promocionado sólo geriatras. Y aquí lo dejo… se
acerca mi cumpleaños y quizás por eso repaso aquellos años en los que no quería
creerme el panorama (mis inicios; más de mis inicios)
Por cierto, “el servicio pionero en Asturias” sigue en
marcha, y desde hace poco con dos geriatras. ¿Hay esperanza?