Hace ya algún tiempo que sigo los artículos de Salvador Sostres en su blog de el Mundo. Más que por estar de acuerdo con sus planteamientos por ver la horda de damiselas ofendidas que comentan sus escritos. Es un provocador que no tiene miedo de excederse pero que, a pesar de que sus conclusiones puedan parecer incluso denunciables, con su disparatada desproporción (es decir: se pasa tres pueblos) consigue que las reacciones en su contra le den implicitamente la razón.
Sostres ha despotricado, a veces con ingenio, contra las vacaciones, la playa, el transporte público, el carril bici, el campo, el verano... Uno de sus últimos posts se llama Os necesitamos. Un extracto: "El lujo nos necesita del mismo modo a los que sabemos usarlo que a los que lo desprecian por esa explosiva mezcla de provincianismo y miedo que siempre tienen las personas no demasiado audaces ante las cosas que no ha probado" (...) ".Os necesitamos, resentidos. Os necesitamos, gregarios. Os necesitamos, ecologistas y chicos de las bambas. Os necesitamos con vuestros piercings, con vuestro odio al empresario, con vuestro pésimo gusto a la hora de elegir bares y restaurantes, con vuestro ruido y vuestra brutalidad, con vuestras multitudinarias toallas tendidas en la playa, con vuestras neveritas, con vuestras sombrillas, con vuestra tortilla de patatas envuelta en papel de plata. Os necesitamos con vuestros cámpings, con vuestras riñoneras, con vuestras discotecas, con vuestros conjuntos de noche de Zara, y sobre todo, sobre todo y muy importante, con vuestros modales cuando os sentáis en la mesa o cuando montáis con una mujer en un taxi".
Pero, repito, tiene un fondo de verdad que es, ni más ni menos que el germen de la situación en la que está España: la autocomplacencia. Esa actitud que Sostres define como un desprecio del lujo es algo de lo que los españoles, entre los que me incluyo, no nos desprendemos. Llegamos a pensar que la calidad de vida es tomarse unas cañas con los amigos, que fija nuestra meta en ser funcionario, renunciaríamos a un salario más alto con más carga de trabajo, echamos la culpa de nuestros males al sistema a la sociedad o a los ricos (así, en general) como si no tuviéramos ningún control sobre nuestras decisiones...
Evidentemente no se trata del lujo en sí, pero es un síntoma. Es falta de ambición mezclada con pavor al trabajo que perpetúa los estereotipos que tiene en el resto del mundo sobre nosotros. Pero lo peor no es esa actitud, lo peor es que si sale alguno de entre nosotros con algo de respeto por la cultura del esfuerzo no va a recibir más que insultos y odio por nuestra parte: ¿a quién se le ocurre mostrarnos nuestras miserias con tanto descaro?